España se ha situado a la cabeza mundial en inversión per cápita en eficiencia energética, de acuerdo con el informe 2025 International Energy Efficiency Scorecard, elaborado por el American Council for an Energy-Efficient Economy (ACEEE).
El estudio, que evalúa las políticas y resultados de los 25 países con mayor consumo de energía, otorga a España el primer puesto con una inversión media de 216,38 dólares por habitante, por delante de Alemania (157,32), Estados Unidos (140,65), China (134,29) y Francia (103,43).
Una estrategia sostenida de inversión pública y privada
El liderazgo español no responde al azar. Durante la última década, el país ha desarrollado una estrategia ambiciosa de eficiencia energética, apoyada en una fuerte inversión tanto pública como privada, con el objetivo de reducir el consumo y las emisiones de gases de efecto invernadero.
El ACEEE otorga a España la máxima puntuación (5/5) en gasto per cápita, destacando el alcance y la orientación social y ambiental de las inversiones.
Según el informe, España destina unos 10.500 millones de dólares anuales a proyectos de eficiencia energética enmarcados en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, que contempla 86.000 millones de euros de inversión total. Estos fondos se canalizan a través de programas de rehabilitación de edificios, electrificación, movilidad sostenible y eficiencia industrial.
Entre las iniciativas más relevantes figuran los programas PREE y PREE 5000, gestionados por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), que financian actuaciones de mejora energética en viviendas, edificios públicos y comunidades energéticas.
El documento destaca que estas actuaciones, centradas en zonas rurales y municipios de menos de 5.000 habitantes, han contribuido a reducir la factura energética de los hogares vulnerables y a impulsar el empleo local vinculado a la construcción sostenible.
Eficiencia en los hogares y el sector de los edificios
El ACEEE también valora positivamente la atención de España hacia los hogares de bajos ingresos, otorgándole la máxima puntuación (2 puntos) en este apartado, junto a Alemania y Francia.
En el ámbito de los edificios, España se sitúa entre los países con mejor desempeño, con 22,5 puntos sobre 25, compartiendo el segundo puesto con Francia e Italia, solo por detrás de Alemania. El informe resalta las exigentes normativas nacionales de construcción sostenible, la obligatoriedad de los certificados energéticos y la transparencia en la información al consumidor mediante etiquetados de eficiencia.
El éxito español se atribuye en parte a las políticas europeas —como el Pacto Verde o la Directiva de Eficiencia Energética, actualizada en 2023—, pero el ACEEE subraya que España ha ido más allá de las exigencias de la UE, introduciendo incentivos financieros y mecanismos adaptados a su realidad económica y climática.
“El caso español demuestra que una política energética ambiciosa, bien diseñada y socialmente inclusiva puede combinar sostenibilidad, competitividad y bienestar ciudadano”, señala el informe.
Comparativa global y resultados económicos
En el ranking general de eficiencia energética, España ocupa el quinto puesto mundial, empatada con China (72,5 puntos) y solo superada por Francia (85,5), Alemania (82), Reino Unido (79,5) e Italia (77,5).
El estudio destaca el equilibrio de la estrategia española, que obtiene buenas puntuaciones en los cuatro ámbitos analizados: políticas nacionales (19/25), edificios (22,5/25), industria (19,5/25) y transporte (11,5/25). Aunque este último sigue siendo un reto, el informe reconoce los progresos en movilidad eléctrica y transporte público, especialmente en grandes urbes como Madrid, Barcelona y Valencia.
Más allá del reconocimiento internacional, este liderazgo tiene repercusiones económicas directas. La mejora en la eficiencia ha reducido la intensidad energética nacional —el consumo de energía por unidad de PIB—, lo que fortalece la competitividad del país y disminuye su exposición a la volatilidad de los precios energéticos.
Desde 2017, España mantiene una tendencia descendente en este indicador, reflejo de un uso más eficiente de los recursos y una mayor resiliencia del sistema energético.
