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El refugio de Cuberes se aísla con paja para ganar eficiencia energética

El refugio de Cuberes, situado en la Reserva Nacional de Caza de Boumort, se encuentra en plena transformación para convertirse en un ejemplo de rehabilitación sostenible. Sus muros exteriores se están recubriendo con un centenar de balas de paja de 80 centímetros de grosor, un material que actuará como aislante térmico y permitirá triplicar el nivel mínimo de eficiencia exigido por la normativa.

El proyecto, con un presupuesto de 160.000 euros, está liderado por el arquitecto Josep Bunyesc, que lo define como una iniciativa pionera en obra pública, al demostrar la viabilidad de utilizar materiales de proximidad en la construcción. La paja proviene de campos de Tremp, mientras que la madera se ha reaprovechado de trabajos de gestión forestal en el propio entorno del refugio.

Materiales naturales, emisiones negativas

La intervención busca reducir el impacto ambiental al máximo. Tanto la madera como la paja almacenan carbono, por lo que la rehabilitación alcanza un balance negativo de emisiones de CO₂. Además, a diferencia de los aislantes convencionales, estos materiales no requieren procesos industriales contaminantes y, al finalizar su vida útil, pueden retornarse a la naturaleza sin dejar residuos.

La cubierta del edificio también se ha renovado con 25 metros cúbicos de madera local, procesada en el propio bosque con una serrería móvil. El resultado son vigas y listones que sustentan tanto la techumbre como las cajitas que contienen la paja en la fachada.

Para la fachada sur se empleará policarbonato, un aislante transparente que permitirá aprovechar la energía solar en invierno. Finalmente, en septiembre, toda la superficie se recubrirá con un mortero de cal que protegerá la paja frente a la humedad, el fuego y los animales.

Más confort con menos energía

Gracias a estas mejoras, el refugio, de casi 200 m², podrá mantenerse caliente en invierno únicamente con una estufa de biomasa, eliminando la antigua caldera de gasóleo. Según Bunyesc, el espacio alcanzará una temperatura confortable incluso solo con el calor corporal de 15 o 20 personas.

Las nuevas ventanas ampliadas, integradas en las fachadas con paja, no solo aumentarán la entrada de luz natural, sino que también servirán como puntos de observación de fauna, una de las funciones principales del refugio, especialmente en la temporada de la berrea del ciervo.

Tradición constructiva y futuro sostenible

El arquitecto recuerda que hace más de un siglo las construcciones se levantaban con materiales disponibles en el entorno, como la piedra local en el caso de los muros originales del refugio. Por eso reivindica mantener esta lógica: “Se trata de volver a lo esencial, usar lo que tenemos cerca y hacerlo eficiente”.

Bunyesc resume la obra con una metáfora: “Aquí es como la historia de los tres cerditos, pero cooperando: la piedra en los muros, la madera en la cubierta y la paja en el aislamiento térmico”.

El edificio, propiedad de la Generalitat, se convierte así en un laboratorio de sostenibilidad. Bunyesc espera que esta experiencia sirva de ejemplo replicable en otros proyectos públicos y privados: “Lo único que requiere es espacio para el aislamiento, pero el sistema funciona, y aquí lo vamos a demostrar”.

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